Para los que no leyeron esta nota en su momento, va con todo mi cariño, ya que es el principio de un largo viaje, que sigue y sigue.
Cómo recibir a los niños (diario de un largo viaje)
Cuando mi hijo nació, lloró por que le deben haber dado un chirlo
y recién a las 24 horas, cuando los dos habíamos descansado, me pidió comida.
Un ser bueno, un niño que durante un año creció feliz en este
aprendizaje mutuo que se instaura entre padres e hijos.
Hasta que un día me mudé.
Felices inaugurábamos nuestra “casa propia” en un valle
bucólico de la Patagonia argentina, en El Bolsón.
Pero mi niño empezó a llorar.
Poco sabía yo en ese momento de las energías.
Noche tras noche padecíamos con su papá, este “no dormir”.
Por fortuna se lo comenté a un colega (arquitecto), aquel
que apareció en mi vida para abrirme puertas. Oscar me dijo: ¿pero has buscado
las geopatías antes de emplazar la casa?
-¿Qué geopatías?, pregunté azorada y se me cayó la facultad
de arquitectura encima…..
Había un zahorí en el pueblo, un duende holandés a quien
llamé, y me dijo:
Tu hijo está durmiendo sobre un cruce de líneas Hartmann y
una vena de agua (que es como dormir sobre una torre de alta tensión por el
campo magnético que se genera)
_ ¿Y ahora qué hago?, le pregunté.
Mueve la cuna…………
Y Joaquín dejó de llorar (agradecido).
Así fue como mi hijo
vino a este planeta para que yo, hace ya veinticuatro años, empezara a meterme
en el mundo de las energías.
Primero desde la culpa: mi casa, diseñada por mí,
profesional de la arquitectura…
¿Debería mudarme?.....no podía hacerlo, ¿qué hacer?…
Segundo desde el entendimiento: todo se mueve, todo se puede
sanear. Si en la facultad no se tenía en cuenta este tema básico, habría que
estudiarlo para mí y para ayudar a los demás. Era parte del territorio elegido,
entonces llegó el Feng Shui, la Geobiología, la Metafísica a mi vida y ahora,
la Medicina del Hábitat.
Lo tangible y lo
intangible.
Cuando cuento esta historia real a mis alumnos, siempre hay
una mamá que pasó por lo mismo, pero no tuvo la suerte de que llegara Oscar ni
el duende, ni se le ocurrió algo tan obvio como mover la cuna.
Hace un tiempo viajé a Italia.
Mis maravillosos amigos que me albergaron estaban esperando
a su primer hijo. Antes de la primera ecografía les pregunté:
¿Qué sienten que va a llegar, una niña o un niño? Una niña,
me dijeron a dúo.
Pero mi péndulo decía lo contrario y se los dije. Estaba en
Florencia cuando me llamaron por teléfono para decirme: Teo agradece tu reconocimiento….
Me tocó dormir en la futura habitación de Teo. Tenía una
pared lindera al baño de la casa, otra
al baño del vecino y dos a la calle.
Como era un edificio en esquina se generaban unos ángulos
extraños. Entonces comencé a buscar cruces de geopatías y agua y sólo me quedó
un rinconcito.Ése era el rinconcito de
Teo.
Le pregunté a su madre, que no maneja la geobiología, dónde pensaba poner ella a
su bebé y me marcó el lugar exacto que yo había encontrado. La intuición y las sensaciones nos dan
datos fundamentales a la hora de buscar “los sitios”.
Meditar en la habitación, vibrarla, sentirla, siempre nos
ayudará.
No importa lo que gastemos, lo que compremos para
recibirlos. Sólo importa acoger a los niños en el lugar adecuado.
Ellos llegan absolutamente perceptivos.
Debemos acompañarlos.
Elijamos el sitio.
Imaginemos que tenemos un espacio exclusivo para el bebé.
Hagamos Feng Shui ahora.
El C’hi (energía vital) que deberá fluir por toda la casa
llegará y entrará por la puerta de la habitación para salir luego por una
ventana. Observar que serpentee y que no
salga sin haberlo “inundado todo”, pensemos en la energía como si fuese agua
fluyendo. Colocar al niño en oposición a la puerta y en algún ángulo donde no
sea “atravesado” por el C’hi. Seguro que coincidirá con el rinconcito elegido
previamente.
Buscaremos los colores adecuados.
Como estoy hablando de la habitación del bebé será el sitio
donde pueda descansar, arropado por las buenas vibraciones del lugar. El sitio
del relax y pertenencia.
Entonces debemos dejar el neón, lo rimbombante y los rojos
chillones para el rincón de juegos, que será en otra habitación, o la
dividiremos mediante un mueble, store o cortina, o se guardará cada día en un
baúl o muebles apropiados. Adoptaremos los tonos pasteles y neutros, lavanda, durazno,
rosa, crema, beige, celeste. Los colores primarios generan excitación continua.
Unos peluches, almohadones y cuadritos, retratos familiares, completarán el
entorno
La iluminación deberá ser preponderantemente natural y la artificial,
difusa.
Si es una ventana orientada al norte (hemisferio S), habrá
que filtrarla con unos stores para que se apacigüen los rayos solares. La
iluminación artificial será una lámpara sobre la mesita de luz y algo que
ilumine zona del cambiador y guardado de ropa (no colocar lámpara sobre el
niño).
Chequear el balance entre el yin y el yang, debe ser
armónico y equilibrado. Por ejemplo si tenemos suelos brillantes (yang)
“bajarlos”con una alfombra (yin).
Y no olvidar los cinco elementos. Es complejo equilibrar todo
lo que nos rodea, pero juguemos por lo
menos con tener un poquito de cada cosa dentro de la habitación, con un
elemento de cada tipo basta, materializados así:
Fuego: iluminación,
plástico, color rojo, naranja-Agua:
color azul, telas con ondas-Metal:
color blanco, bolas- Madera:
papeles, muebles, color verde-Tierra:
amarillo, cuadrados, cerámicas.
Siempre me preguntan si la cabeza debe estar orientada al Norte. En honor a la verdad podría decir
que es un sitio muy conveniente dado que refuerza la salud y la vitalidad. Pero
sabemos que todo es relativo y que todo tiene su parte positiva también.
El Este acelera, vence la depresión y pereza.
El Oeste lentifica, evita el estrés y el insomnio.
El Sur favorece la intuición y la memoria.
Los intermedios nos aportan de a dos vivencias.
Así que podremos cambiar la almohada de sitio y “ver” qué es
lo más favorable en relación al temperamento de nuestro hijo.
Y cuando llegue, prestemos atención a cómo amanece, cómo se
acomoda en su cuna, porque “ese”, será su sitio sano.
Y por último debemos observar “la arquitectura”. Si el techo
tiene vigas generará Sha que es C’hi negativo. Podemos solucionarlo colocando
sobre la cuna un techito (como un baldaquín) con una tela, paralela al suelo, con unas
nubes pintadas o un cielito estrellado.
Si tenemos ángulos cerrados colocar desde el techo algún
móvil que agite la energía que seguramente se estancará allí.
Y por último, usemos los cinco sentidos para este niño, dándole la mejor de nuestras
bienvenidas y de nuestra contención.
Mirta Castanheira, arquitecta especialista en Feng Shui
Integral y en Medicina del Hábitat